La Fundación Norman Foster tiene una meta ambiciosa: anticiparse al futuro
Norman Foster es un ícono de la Arquitectura que implantó su huella durante el siglo XX y ha sido capaz de seguir haciéndolo durante el XXI. Por eso no es de extrañar que la fundación que lleva su nombre tenga como meta pública la de estimular a los arquitectos, urbanistas y diseñadores para que se anticipen al futuro.
Foster, un pionero en muchos sentidos.
Foster es británico, pero su fundación tiene sede en Madrid, donde los privilegiados que acceden a sus programas tienen a la disposición nada menos que la biblioteca y el archivo de este sensacional arquitecto, autor de piezas verdaderamente emblemáticas en los cinco continentes.
Talleres, grupos de reflexión, debates públicos, exposiciones: la Fundación Norman Foster es un reverbero de pasión profesional y, al mismo tiempo, un centro para el análisis y la búsqueda de soluciones a graves problemas mundiales como la precariedad de los barrios marginales y la contaminación del ambiente.
La sede de la Fundación en el madrileño barrio de Chamberí
Foster, de 83 años, sigue activo y participando en las labores de su Fundación. El poder compartir directamente con él es una de las grandes emociones de los jóvenes arquitectos, diseñadores y urbanistas que trabajan, estudian o investigan en esta institución. Ganador del Premio Pritzker en 1999 y el Príncipe de Asturias en 2009, la lista de grandes obras de Foster es difícil de resumir. Una de las más célebres es la torre 30 St Mary Axe, conocida como “el Pepino”, un edificio de 40 pisos que escandalizó a Londres, porque parece que se anticipó demasiado al futuro.
La icónica obra de Foster asentada en la capital inglesa.