Containers: algo más que una moda
Durante un tiempo, crear estructuras con containers de transporte marítimo fue una especie de furor en el campo arquitectónico, una moda vinculada a tendencias como el reciclaje y la reutilización de equipos que, de otro modo, acababan convertidos en chatarra.
Ha pasado ya suficiente tiempo como para considerar que no se trata de una moda, que la idea ha cristalizado, se ha consolidado y la prueba es que se observan edificaciones de diversos géneros hechas con estos materiales: viviendas, inmuebles de uso industrial o comercial y lugares para actividades artísticas y culturales.
Los proyectos tienen, además, distintas magnitudes. Los hay desde los que consisten en un solo contenedor transformado en vivienda unifamiliar hasta grandes centros comerciales en los que se emplearon hasta 200 de estos gigantescos paralelepípedos metálicos. Este último es el caso de Common Ground, ubicado en Seúl, Corea.
Los primeros proyectos, basados tan solo en montar y adosar containers hasta formar edificios de hierro, han ido cambiando poco a poco y transformándose en construcciones de diseño avanzado, con espacios abiertos tales como balcones, azoteas y patios. El ingenio de los arquitectos ha permitido romper con la idea de que las estructuras creadas de esta manera siempre eran provisionales, hechas para atender emergencias u obras no permisadas por las autoridades, por lo general emplazadas en zonas deprimidas y marginales.
Se ha llegado incluso al otro extremo: en Shangai, la granja de alimentos orgánicos Tony’s Farm tiene una parte de su complejo construido con containers rescatados de los puertos. En este caso se puso especial cuidado de que las estructuras tengan grandes ventanales y paredes perforadas para ventilación natural. El color verde lima complementa su acento ecologista.
La Casa Oruga de Chile
Otro ejemplo de cómo un objeto tan rudo y definitivamente industrial como el container puede evocar algo natural es la Casa Oruga, obra del arquitecto chileno Sebastián Irarrazával, en las afueras de Santiago de Chile.
Irarrazával dejó volar la imaginación para crear una lujosa vivienda a la medida de su cliente, un exigente coleccionista de arte. El reto fue doble: usar los containers y adaptadas a un terreno difícil.
Los contenedores siguen la forma de la colina sobre la que se edificó la casa, generando la apariencia de orugas que trepan.
Fotos: https://www.experimenta.es