Arata Isozaki ganador del Pritzker 2019
En la frontera entre la infancia y la pubertad, Arata Isozaki vio a su Japón natal caer en pedazos a punta de bombas, incluyendo las dos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Como todo ser viviente de ese terrífico momento, quedó marcado, solo que a su manera. Su impronta personal ha sido la arquitectura, hasta tal punto que, de una manera justa –aunque para muchos tardía-, acaba de recibir el Premio Pritzker del corriente año.
En 87 años de vida, ha desarrollado una obra prolífica y variada, tanto en Japón como en muchas otras naciones, con estructuras destacadas en China y España, entre otras naciones.
En su portafolio aparece la biblioteca de Oita, la ciudad donde nació; el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, MOCA; la biblioteca Kitakyushu; los urbanismos de viviendas de Fukuoka (en los que intervino como urbanista) ; el Palau Sant Jordi, construido para las Olimpíadas de Barcelona; el Centro Himalayas Zendai, de Shanghai; el Centro de Convenciones de Qatar; la Academia de Bellas Artes de Pekin; la torrea Allianz de Milán y el museo Domus de La Coruña.
Los estudiosos de su obra dicen que ha tenido varias épocas creativas: desde el estilo brutalista de sus primeros trabajos hasta la posmodernidad y el pop. Por eso se atreven a afirmar que es una especie de muestra antológica de la arquitectura de finales del siglo XX y comienzos del XXI.
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